Lima, diáfano y natural


En la idea creativa, el instrumento mediador que aporta el profesional a la relación entre el habitante y su casa, se manifiestan variables tanto físicas como simbólicas que aparecen ligadas al contexto. Las sociedades avanzan y las estéticas cambian, pero las formas de habitar subsisten ligadas a la historia y a la búsqueda de cobijo y bienestar.

Generar escenarios que superen lo superfluo de las modas, viviendas que representen una extensión del mismo habitante, exige un trabajo permanente a la hora de pensar espacios habitables. Buscar sentidos de pertenencia, identidad, significados profundos, enfrenta al interiorista, más allá de la materialidad arquitectónica, con un universo intangible, el verdadero espacio interior.

El interiorista crea mundos posibles, imágenes, modos de vida; el diseño refleja una realidad y un contexto específico. El diseñador también comunica porque establece significados, traduce los deseos y las expectativas de los habitantes; crea lugares que maduren profundizando lo simbólico con el uso y permitiendo transitar el tiempo con integridad.

Una reforma pensada para potenciar la luz natural y el fluir de los espacios. Conceptos nuevos de formas de habitar y búsqueda de sentidos plenos. El verde adquiere un rol protagónico desde la continuidad visual y desde el color. Diáfana y funcional, está vivienda se nos presenta como un tiempo de disfrute y armonía.

Diseñar consiste en interpretar las necesidades mediante códigos culturales, trasciende el uso especifico y se vuelve producto de las relaciones sociales en un contexto y cultura en busca de una identidad. El modo de habitar como una narrativa de lo que somos y de quienes somos.

En esta experiencia del ser humano con su casa, con la cotidianeidad, no sólo se configura su universo de referencia desde lo inmediato, sino que se rescata lo pasado, las tradiciones y lo legado, como así también los deseos futuros, hacia donde ir.

En esta experiencia del ser humano con su casa, con la cotidianeidad, no sólo se configura su universo de referencia desde lo inmediato, sino que se rescata lo pasado, las tradiciones y lo legado, como así también los deseos futuros, hacia donde ir.

El rol del interiorista deviene entonces en el poder decodificar estos signos, en indagar en el interior de las personas que debe verse reflejado en sus maneras de habitar.
El desafío de un proyecto de interiorismo entonces, supone un compromiso intelectual sustentado en un discurso coherente tanto del diseñador como de los futuros habitantes de esos espacios. La responsabilidad del diseñador consiste en facilitar esta relación entre el habitante y su casa, única y subjetiva, tangible e intangible.

Espacio interior y sujeto que lo habita son dos lecturas que deben entrecruzarse y fusionase en un buen proyecto, producto de un contexto inmerso en las vivencias y la experimentación de lo habitable y lejos de las homologaciones estilísticas o de búsquedas de protagonismos dentro del mundo profesional. En un buen proyecto el diseñador no selecciona formas sino lenguajes. La intervención sobre el hábitat alcanza su punto máximo cuando se logra con naturalidad, sin recursos forzados y sobre todo con autenticidad.

Pensar nuevos sentidos sobre los espacios ayuda también a proyectarlos. Las viviendas conservan y atesoran intimidad, aquella tan necesaria que recate lo más auténtico lo más genuino de la personalidad de los habitantes.

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